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miércoles, 27 de mayo de 2015

Penélope, tu dragona



Querido Otto:

Hoy ha sido un día grande porque por fin he podido volar.

Me acuerdo el día en el que te conocí yo estaba en el bosque llorando porque mi padre me había relatado por no volar otra vez, cuando te vi me asusté un poco, pero, por dentro, sentí algo que no me hacia desconfiar de ti fue cuando hablaste conmigo de que también te sentías mal por no poder hacer lo que siempre te hubiera gustado es ``ESCRIBIR y LEE''.
Tu padre sólo quería que trabajaras en el campo.
Cuando empezamos las clases de vuelo me asusté pero cuando lo conseguí fue el día más feliz de mis días.
La peor noticia fue cundo te tuviste que marchar a Londres.
Por eso te escribo estas lineas para que nunca te olvides de mí.


Atentamente

Penélope
tu
Dragona

martes, 26 de mayo de 2015

Princesa

SARA ZARZA. No puedo soporta el peso. Creo sinceramente que de caer de frente no sentiría el golpe. Las paredes de mi habitación se me hacen estrechas. Nada que hacer, siempre lo he dicho.
Escribir
Escribir por segunda vez.
Escribir hasta que vuelvan a su sitio.
La ventana está abierta porque en caso de cerrarla juro que me ahogaría en mi propio veneno. Es realmente fascinante. La sola idea de imaginarla a ella hace que incluso ese detalle se minimice. Hasta mi veneno, frío y paralizante, se vuelve beneficioso si es ella la que está ahí.
Pinchada en la pared, con una puntilla en la cabeza.
Qué decir de ella.... es perfecta.
Antes abría los ojos. Cuando lo hacía, mi mirada se iluminaba con la mía. Era marrón, color chocolate, como esos que compartíamos en invierno en algún rincón de Madrid. Ahora no habla. Debe tenerme tirria. Odio.
¿No odiarías al ser que te ha quitado la vida?
Ella ni siquiera ha gritado. Qué buena es. Qué bonita. Qué perfecta.
¿Sabes algo?— Digo, como si ella aún pudiese oírme. La veo sonreír en mi mente, únicamente— Creo que te quiero.
Creo que la quiero. Creo que si no abre los ojos y me mira no solo las paredes, sino el techo, la casa al completo, acabará por caérseme encima. Maldita impotencia. Tiene carita de ángel después de todo. Después de todo. Qué expresión más... profunda.
Después de todo, princesa.
La llamo princesa. No viste como tal. Nunca lo ha hecho, esa es la única espina que me queda clavada dentro. Aunque no necesitaba verstirse como tal para serlo. Para mí. Para mí, con solo verla. Con solo saber que seguía ahí.
Con solo oírla respirar en mi mente...
Respiraba como una verdadera princesa.
¿No se mueve? ¡No se mueve!
Creo que fue mala idea tratar de impedir que se fuera. Solo dijo "ahora vuelvo" y creí que iba a perderla. Con su delantal en la cintura y su bandeja de pastas a falta de una horneada en las manos. Creí que me dejaría. Creí que correría tan rápido como sus piernecitas le permitiesen. Creí que ella se quedaría con esas pastas. Creí que las prefería antes que a mí.
Ahora sé por qué no abre los ojos. Por qué no me mira. Por qué ya apenas respira. Pobre sangre. Pobre sangre saliendo de ella como si quisiera escapar de mí. Podría hacerle daño a su sangre. Podría clavarla con puntillas a la pared. Podría gritarle que la quiero después de asegurarme de que ella ya no pudiese oírme.
Es, en momentos como estos, en que me arrepiento de ser escritor. Es, en momentos como estos, en que me arrepiento de ver las cosas más allá de la realidad. Más allá de las palabras. Ahora no sé cómo usarlas.
Ahora no sé como decirle que la quiero sin que me destroce.
Quiero que me oiga.

Que me oiga.